Si trabajas en marketing o publicidad, probablemente hayas escuchado esta frase: “La publicidad no es sobre lo que vendes, sino sobre lo que haces sentir.”
¿Te suena familiar? Entonces es probable que Don Draper haya influido en tu vida profesional… aunque sea un personaje ficticio.
El protagonista de la icónica serie Mad Men, ambientada en las agencias de publicidad de los años 60, no solo capturó la esencia de la época dorada de Madison Avenue, sino que también nos dejó lecciones atemporales sobre cómo conectar con las personas a través de la publicidad.
Antes de entrar en la mente de Don Draper, retrocedamos un poco. En los años 50 y 60, Madison Avenue en Nueva York era el epicentro de la publicidad mundial. Allí nacieron las primeras campañas que combinaban creatividad, investigación de mercado y psicología del consumidor.
Los Mad Men (abreviatura de Madison Avenue Men) eran los genios detrás de estos anuncios. Pero también eran algo más: vendedores de sueños. Ellos entendieron que la publicidad no se trataba solo de vender productos, sino de vender aspiraciones, deseos y emociones.
Mad Men fue una época de exceso, innovación y, a veces, cinismo. Pero si algo dejó claro, es que una buena historia vende más que cualquier descuento.
Aunque Don Draper no existió (spoiler: sí, es un personaje), está basado en grandes figuras reales como David Ogilvy, Leo Burnett y Bill Bernbach. Estos hombres entendieron algo que todavía seguimos aplicando en marketing hoy:
En un episodio memorable de Mad Men, Don dice: “La publicidad se basa en una cosa: felicidad. Y sabes lo que es la felicidad: la sensación de que todo va a estar bien.”
Esta idea transformó la manera de hacer publicidad. Los anuncios dejaron de enfocarse en las características técnicas de un producto y comenzaron a apelar a las emociones.
Ejemplo real: La campaña de Coca-Cola “Open Happiness” no te dice que la bebida tiene un sabor dulce y refrescante (lo obvio). Te vende la idea de compartir momentos felices.
Don Draper tenía una habilidad única: convertir cualquier idea en una historia memorable.
En un episodio icónico, Draper presenta una campaña para un proyector de diapositivas Kodak. Pero en lugar de hablar de la tecnología, lo llama “el carrusel” y cuenta una historia emocional sobre cómo las fotos pueden transportarte a momentos felices del pasado. Cierra la venta con una lágrima en el ojo de los ejecutivos.
Ejemplo real: Apple usó este principio en su comercial de 1984 (del que hablamos antes). No vendieron una computadora, vendieron la idea de libertad.
Don Draper creía que el mensaje más efectivo es el que se entiende rápido. En una industria que a veces se pierde en su propia creatividad, Draper sabía que menos es más.
Ejemplo real: Nike con su “Just Do It”. Tres palabras. Un concepto. Una marca que domina el mundo.
Aunque la publicidad ha cambiado radicalmente desde los 60 (gracias, internet), muchas lecciones de esa época siguen siendo aplicables:
Conecta emocionalmente. Las marcas que venden emociones, no productos, son las que triunfan. ¿Por qué crees que lloramos con los comerciales de Navidad?
Sé memorable. En un mundo donde todos gritan en redes sociales, las marcas que cuentan buenas historias son las que destacan.
Entiende a tu audiencia. Los Mad Men eran obsesivos con conocer a su consumidor. Hoy, esa mentalidad sigue siendo clave (aunque ahora tenemos datos y analíticas para hacerlo mejor).
Sé auténtico. Aunque Draper tenía sus trucos (y algunas mentiras), lo que realmente conecta en marketing hoy es la autenticidad. Las marcas más poderosas no tienen miedo de mostrarse humanas.
A pesar de su genialidad, Don Draper también personifica los excesos de esa época: el machismo, el egocentrismo y el abuso de poder. Su personaje es una advertencia de cómo la obsesión por el éxito puede ser autodestructiva.
Hoy, las mejores marcas no solo buscan vender, sino también construir relaciones significativas, actuar con ética y contribuir positivamente al mundo.
Reflexión: ¿Qué haría Don Draper en la era del marketing digital? Probablemente sería brillante… pero también tendría que adaptarse a las reglas de transparencia y responsabilidad actuales.
Don Draper y los Mad Men redefinieron la publicidad al entender que vender un producto es fácil, pero vender una emoción requiere arte.
Nos enseñaron que detrás de cada gran campaña hay un mensaje simple, una historia poderosa y una conexión humana.
Así que, la próxima vez que pienses en cómo vender tu marca o producto, pregúntate: ¿estás vendiendo un objeto o una emoción?
Porque, como diría Don Draper: “La gente quiere ser parte de algo especial. Si les dices cómo encajan, te comprarán todo lo que vendas.”
Y tú, qué opinas: ¿Qué lecciones de los Mad Men crees que siguen vigentes hoy? Te leo en los comentarios.
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